El objetivo de la evaluación es responder con claridad y eficiencia a las dudas de la familia, que podemos agrupar en dos:
- ¿Qué le pasa a mi hijo/a?
Dar respuesta a esta pregunta implica hacer un diagnóstico claro que explique las limitaciones que presenta el niño o la niña. Para realizar el diagnóstico, se hace necesaria la evaluación exhaustiva de las competencias de la persona evaluada, puesto que el diagnóstico de un niño no nos informa de sus necesidades concretas.
Esta pregunta agrupa muchas dudas: ¿qué hay que hacer para ayudarle? ¿qué debo enseñarle?, ¿cómo se lo enseño?, ¿quién puede ayudarme?, ¿dónde debo acudir?… Responder a todas estas preguntas implica entender la evaluación como el primer paso de un proceso: el apoyo a las personas con trastornos del desarrollo y sus familias.
Por tanto, uno de los resultados esenciales de la evaluación deberá ser el planteamiento claro de objetivos de intervención. Además, debemos indicar cuáles son las herramientas y los procedimientos más adecuados para lograr esos objetivos. No podemos olvidar la necesidad de derivarles hacia servicios de apoyo especializados.
Asumir este compromiso tiene importantes implicaciones. Por un lado, es recomendable que el profesional sea un experto en el apoyo a las personas con Trastorno del Espectro del Autismo. Por otro, debemos organizar el proceso de evaluación para dar respuesta a todas estas preguntas.